Esta semana ha fallecido un zaragozano
al que se puede calificar de legendario sin temor a ser tildado de exagerado.
Me refiero al ex-boxeador Perico Fernández, que fue campeón de España, de
Europa y del mundo en la década de los setenta. Los que ya peináis canas, si tenéis
la suerte de peinar algo, claro, seguramente le recordareis, al menos los españoles.
Perico fue un personaje siempre
controvertido y muy peculiar. Se puede decir que su carrera fue tan fulgurante
como efímera. La verdad es que no me gusta el boxeo, pero si el personaje, cuya
historia hay que conocer para comprender lo que significó para Zaragoza y Aragón.
Perico fue abandonado nada más nacer. Se
crio en la inclusa y, por ello, careció de muchas cosas que para el común de
los mortales son normales. Dicen que era bueno jugando al futbol de pequeño, así
como que por el patio del hospicio no tenía nadie narices ni para respirar a su
paso, porque siempre dio guantazos como panes.
Debuto en el mundo del boxeo con quince
años. Cuentan que era un talento natural para el boxeo, con una mano derecha
demoledora y con una cintura que le permitía fintar y esquivar como nadie. A
los 21 era campeón de España, y a los 22 de Europa y del mundo. Ascendió a los
cielos, no había nadie en Zaragoza en aquel momento más popular que él. Lo tenía
casi todo: dinero, amigos, mujeres... Pero con el éxito llego el abandono, y
dicen que se dedicó más a los placeres que le ofrecía la vida que a entrenar
para seguir siendo un boxeador de éxito. Y pronto llego el declive. Aun no había
cumplido 24 años cuando perdió el título mundial, en una pelea mítica en
Bangkok, en la que abandono en el séptimo asalto, según sus palabras, "por
la puta calor". Y todo aquello de lo que disfruto fue desapareciendo igual
de rápido que había llegado, por no saber gestionarlo. Fue un muñeco roto, que
acabo malviviendo, ayudado por algunos de los pocos amigos que le quedaron. Fue
pintor, trabajo en una discoteca y después de su última ruptura sentimental,
acabo en la calle, durmiendo donde algunos le acogían. Seguramente los cuadros
que pinto no serán nunca subastados en una galería de arte, pero fueron una
buena excusa para que algunos le ayudasen, especialmente el gran periodista José
María García, que le hizo entrevistas míticas y memorables en radio.
Finalmente, el Alzheimer hizo que de alguna manera volviera a casa, y acabase
en una residencia del Gobierno de Aragón,
donde falleció el viernes, a los 64 años.
Pedro Fernández Castillejos fue un genio
en lo suyo, pero fue un juguete roto. Todo lo tuvo y todo lo perdió,
seguramente porque nadie fue capaz de enseñarle que en la vida hace falta
esfuerzo, dedicación y disciplina para triunfar y aprovechar debidamente su
triunfo. Pero nos demostró que cualquiera puede tener un sueño, por dura que haya sido su vida y por difícil que lo
haya tenido, y es por eso que siempre ha tenido un hueco en nuestros corazones,
y que siempre le recordaremos. Descansa en paz, campeón.