Esta semana hemos sufrido
en Zaragoza la enésima demostración del concepto de la libertad y
del ejercicio de las funciones de un cargo público. Al cumplirse el
85 aniversario de la proclamación de la Segunda República en
España, la Alcaldía de Zaragoza ha colgado en el balcón del
Ayuntamiento la bandera republicana.
Este tipo de asuntos
sublevan bastante a la ciudadanía, tanto a favor como en contra. Hay
quienes argumentan a favor de este tipo de actos que el Ayuntamiento
puede conmemorar de esa manera acontecimientos históricos. Este maño
considera que un Ayuntamiento está para gestionar, no para colgar
banderitas en los balcones, sean las que sean. Mientras nuestro amado
Alcalde y sus concejales se entretienen en estas cosas, la ciudad
tiene multiples y muy variados problemas, a los que ellos no ponen
solución, ni se espera: un déficit de mantenimiento tremendo en
calles, parques y otros equipamientos municipales; Entidades Sociales
y Clubes Deportivos cerrando las persianas o a punto de hacerlo por
los retrasos en los cobros de las subvenciones municipales, cosa que,
por cierto, debería preocupar especialmente a un gobierno de
izquierdas; una huelga de transporte publico en pausa, pero no
resuelta, con un coste social importante y algunos otros asuntos.
Un Ayuntamiento no está
para celebrar los acontecimientos históricos que le interesa
destacar para hacer proselitismo en favor de sus ideas, no. Y esto es
lo que ha hecho el Gobierno de Zaragoza, como lo demuestra el hecho
de que algunos de sus concejales se hayan fotografiado en el balcón
municipal con la susodicha bandera, y hayan colgado la foto en redes
sociales con un rotundo ¡Viva la Republica!. Conviene recordar que
España, según su Constitución, es una monarquía parlamentaria.
Por supuesto que todas las ideas tienen cabida, y son defendibles,
pero donde es debido. Si un político quiere hacer publicidad de sus
ideas no debe hacerlo desde una institución pública, porque está
pervirtiendo la institución.
Aunque la verdad es que
la idea no me disgusta. Es más, estoy pensando meterme en política
para defender las causas que me apasionan. Al dia siguiente de ser
Alcalde investigaría a ver si existe una bandera de los jacuzzis, y
si no la existe mandaría crearla a algún asesor, que me gusta lo de
las burbujitas cosquilleando por el bañador. Seguro que no existe la
bandera de las magras con tomate, pero esa la crearía yo. La estoy
viendo: un banderón de color rojo con un filetón de jamón serrano
a modo de escudo. Y pondría una renta básica de subsistencia de
ambas cosas. Se acabó la tristeza, ningún zaragozano sin una sesión
de jacuzzi semanal y sin un buen plato de magras con tomate. ¡Coño,
me olvidaba del futbol!. La bandera del Real Zaragoza junto a las
otras, será por sitio en el balcón. Y mandaría construir un campo
para 700.000 personas, y con entrada gratuita, para que ningún
zaragozano se quedase sin ver a su Real Zaragoza.
No es que este maño
espere un poco de consecuencia, responsabilidad o saber hacer del
Ayuntamiento de Zaragoza. Ya he tenido una demostración de lo que
puedo esperar de ellos con los asuntos de la gomina del alcalde, o de
los viajes de partido pagados, presuntamente, claro, por el
ayuntamiento. Pero no no estoy dispuesto a aguantar que nadie se
autoasigne el monopolio de dar clases de moral, cuando no la tienen.
Las clases de moral o de historia las deben dar los maestros, en las
escuelas, y con la mayor asepsia posible. Creo firmemente que cada
cual puede pensar lo que quiera, mientras sea honesto y consecuente.
Bastante esfuerzo me cuesta contribuir a mantener todo este sindios
como para aguantar además que me digan como tengo que pensar. Ya me
cuidaré yo mucho de tratar de influir en nadie, pero no todo vale.